Este libro tiene todos los elementos que seguramente han hecho triunfar a varias novelas de este estilo e incluso también a las telenovelas: romance y pasión, traición y venganza, personajes con pasados trágicos e identidades cambiadas, triángulos amorosos que se resuelven (o no), negocios turbios entre contratistas locales y empresas extranjeras, abandonos e hijos ilegítimos que de una u otra manera terminan siendo reconocidos, un bandolero misterioso al estilo de El Zorro llamado La Sombra… Como dije, lo tiene todo. O casi: solo faltaría la rival de la protagonista que finge un embarazo para quedarse con el tipo, y cartón lleno.
Más allá de sus
elementos narrativos, es una novela situada en un tiempo y lugar específicos.
La historia transcurre principalmente en la década de 1930, entre el pueblo de
La Gallareta y los montes de la cuña boscosa de Santa Fe; zona marcada por la
llegada de La Forestal, una compañía inglesa que se estableció allí con el fin
de explotar los montes de quebracho para extraer el tanino. Tanto el pueblo
como la empresa existieron realmente; de hecho, la autora nació y vivió en La
Gallareta.
Página tras
página se nos irá narrando, además de los encuentros y desencuentros de los
personajes con sus penas, las costumbres de la gente, los conflictos de clase y
las realidades de cada grupo. Desde la explotación laboral y los abusos que
sufren las personas de los obrajes, los “menchos”, de parte de contratistas
inescrupulosos y traficantes de seres humanos hasta la infelicidad y los
maltratos velados (sobre todo a las mujeres) en las acaudaladas familias
anglosajonas. Hay que destacar la cantidad y variedad de personajes que
aparecen en la novela, cada uno con una personalidad y con una historia que se
nos deja sin conocer. Y con distintos tipos de relaciones entre ellos. Esto llega
a un punto tal, que necesitarías armarte un esquema para poder continuar
leyendo sin perder el hilo con el tema de las filiaciones: de repente Fulano no
es hijo de Mengano sino de Zutano… como en Cien años de soledad, pero
sin incesto, por suerte. Ningún personaje llega “por casualidad” a ese lugar,
sino que todos vienen con un propósito definido, fuera explícito o no.
La
protagonista, Yara, ahijada del poderoso contratista apodado el Gringo Smith,
es el arquetipo de la mujer fuerte, libre y empoderada, que cuestiona y critica
al sistema social imperante. No llega a ser un personaje muy denso, pero hubo
momentos donde sentí que en su forma de hablar se entrometía mucho el pensamiento
de la autora. No es algo realmente malo, sino que hay que tener cuidado con
eso. Por otro lado, temas como la justicia social, el reclamo de las mujeres
por sus derechos, las tensiones entre clases y la lucha contra el tráfico de
personas, inundan la novela.
En términos
formales, habría un par de cositas para pulir. En primer lugar, la falta de
marcas o espacios que indiquen los cambios de escena, porque pasa de una cosa a
otra y eso puede resultar confuso al principio. Al menos con los flashbacks
o recuerdos de los personajes se utiliza la cursiva. Por otra parte, la
sintaxis también requeriría algunos ajustes en lo que se refiere al uso de las
comas, el orden de algunos elementos en las oraciones y el uso de las tildes.
Mi recomendación sería tener en cuenta estos aspectos para próximas
publicaciones, ya que influyen en la percepción del lector al momento de la
obra.
En conclusión, Lady
Mencha, señora del monte, me parece una novela ideal para quienes les
encantan las historias de este tipo.
Quiero
agradecer a Fabiana Faisal y Creativa Servicios por darme la oportunidad de
leer y reseñar este libro.
¡Nos leemos la
próxima!
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