lunes, 25 de noviembre de 2024

Reseña literaria #10: "Los sollozos del camposanto", de Facundo Pistola


 ¡Bienvenidos y bienvenidas a la décima reseña literaria! A este punto calculo que vamos a llegar a las cincuenta dentro de poco.

Este es uno de los libros que más disfruté de leer en mis colaboraciones con Creativa Servicios. A simple vista, la portada te produce la idea de que es un libro de tintes oscuros, o por lo menos lúgubres. Sin embargo, ni bien nos embarcamos en la lectura, el Prólogo nos saca de toda duda: se trata de un libro de cuentos. Y uno bastante entretenido, que en más de una ocasión me sacó una sonrisa o directamente me hizo reír. De hecho, para cualquiera que sea escritor o escritora, puede resultar una obra divertida y al mismo tiempo reflexiva…

Pero volviendo al Prólogo: allí no se presenta el Autor, sino un tal Renato Ortiz, pujante empresario textil, que simplemente le está haciendo un favor a un viejo amigo con una enfermedad terminal, quien le había pedido, como última voluntad, ver publicados sus escritos. Este amigo se llama Severino Camposanto, un escritor frustrado que ha escrito mucho y no ha publicado nada, pues fue rechazado por todas las editoriales en las que se presentaba. De modo que, en la última instancia, le pidió ayuda al ya mencionado Renato. Y aunque Renato no considera que los relatos tengan suficiente calidad literaria como para merecer la publicación, sólo accedió a hacerlo por su esposa, Violeta.

Lo que me gusta es este procedimiento de desdoblamiento que lleva a cabo Facundo Pistola, porque no se pone a él mismo como responsable de la creación  del libro, sino que crea dos personajes con una historia bien definida. Adopta dos máscaras, si se quiere. Me parece que eso es lo que representa la fotografía de la portada. Otro detalle que me llama la atención es que Renato Ortiz no le tire ninguna clase de flores a Severino, a pesar de ser amigo suyo: abiertamente afirma que Severino es pésimo (y no va a ser la única vez que lo va a mencionar). Es curioso y es divertido, porque a la postre, quien debería definir si es muy malo o no tan malo, sería el lector. O sea, como que busca crearte esa expectativa de “mala literatura” a propósito, quizá porque en el fondo sí es bueno o para desafiar a quien lee: si te gustan estos relatos, tal vez, sólo tal vez, tengas un pésimo gusto literario.

En Sincericidio a modo de prólogo, el propio Severino escribe una modesta introducción para su obra, reflexionando sobre lo que lo motiva a escribir y expresando su esperanza de que alguien llegue a leerla. Esto es algo que está muy presente a lo largo de las páginas: la respuesta, el ida y vuelta, el diálogo, las referencias cruzadas entre los cuentos.

El narrador, en algunos casos, se corre de su rol funcional y demuestra que no sabe tanto de los hechos como debiera, como en “Amar”. En otras ocasiones, se mete a opinar por demás en la historia, interrumpiendo el flujo de la narración e incluso haciendo lo que él mismo menciona que no se debería hacer. Como ponerse a divagar, a dar vueltas sobre explicaciones que nadie pidió, provocando que el texto resulte más extenso de lo que su título promete.

Esto no ocurre en todos los cuentos, sino en algunos muy específicos, como en la que voy a llamar mi “trilogía” favorita de cuentos dentro del libro. Primero está Una breve, brevísima historia de cómo un ser humano frío y calculador encuentra el amor a primera vista, Severino describe el momento en que su amigo Renato conoce al amor de su vida. Más adelante, en Una breve, brevísima historia de cómo un narrador de segundo orden se pone en el centro de las luces y toma el protagonismo de una historia que le es ajena, Renato da su respuesta a ese relato y realiza algunas aclaraciones sobre el episodio de su vida que inspiró el primer cuento (acá es donde aprovecha a decir que Severino es un pedante). Y se ve que, en el espacio extradiegético —por fuera del texto—, las discrepancias entre Renato y Severino pasaron a mayores, porque Violeta, la otra protagonista de la anécdota, interviene en la disputa a través de Una breve, brevísima carta aclaratoria sobre amor a primera vista, empresarios de poca monta, narradores pedantes y misceláneas.

En otros casos, el narrador juega con el discurso, al punto de que no te aclara si habla en términos metafóricos o literales. Como la bomba en Cuando aclarar oscurece.

Para quienes nos gusta lo meta-discursivo, la “puesta en abismo”, o aquella escritura que habla sobre sí misma, la literatura que delata su condición de artificio, hay cuentos como Seis autores en busca de un personaje donde un joven, pálido de ideas para escribir, recurre a su familia para que le den palabras clave que sirvan de disparador. Así, con los conceptos aportados por su padre, su madre, su hermano y una hermana, el protagonista logra redactar algo, con lo que no está muy conforme, pero de todas maneras lo comparte. Sin embargo, hizo trampa: La reinvindicación del nouvel écrivain nos revela que cambió los términos proporcionados por sus familiares por otros que fueran más compatibles. Nuevamente, en la dimensión extradiegética, se produjo un conflicto que derivó en la rectificación del joven escritor, quien en este segundo cuento-dentro-de-otro-cuento, escribe otro relato en el que utiliza lo que de verdad le dijeron.

Para complementar un poco la variedad temática de la obra, queda decir que hay muchos escritos cargados de reflexiones y que te dejan también pensando. Como Un solo hombre gritando o Minuto más, minuto menos, entre otros.

Creo que no me queda mucho más para decir, el resto sería redundar y divagar. Así que voy a terminar esta reseña con una ferviente recomendación de Los sollozos del camposanto. Denle una oportunidad a Severino Camposanto, a lo mejor hasta les termina pareciendo un buen escritor.

Muchas gracias a Facundo Pistola y al equipo de Creativa Servicios por darme la oportunidad de leer y reseñar este libro. Sin más que agregar, me despido. ¡Nos leemos la próxima!


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